Con frecuencia nos encontramos con situaciones como ésta,  a la puerta de la Casa de Acogida. Son las chicas que vagando la noche, buscan un lugar tranquilo para dormir, saltan el muro que separa el Foyer de la calle y “esperan” nuestra llegada a las 10 de la mañana.

Nos duele el alma. ¿Qué podemos hacer? La casa alquilada para Hogar, es tan pequeña que no hay espacio para dormir. Los esfuerzos que hacemos para alquilar otra con más espacio, son vanos cuando decimos a la persona que alquila: la casa es “para las chicas en dificultad de calle”. Comienzan las excusas y llega la negativa: ¡no podemos alquilarla!

¿Por qué nuestro mundo es ingrato e injusto? Nos preguntamos.

Y vamos haciendo un pequeño camino de Compasión. Esa negativa nos permite, con cierta frecuencia dar un paso de compasión, con puertas abiertas y sobre todo corazones compasivos: Dalia y Emily acaban de pasar un fin de semana con nosotras con una doble finalidad: una, poder seguir el tratamiento para el paludismo (con 6 de hemoglobina) y la segunda, hacerse unas placas en nuestro Centro de Salud, sospechando tuberculosis… Gracias a Dios sólo era un fuerte catarro que se cuida con cariño, como normalmente lo hacemos. En estos momentos, las seis hermanas de la comunidad, nos alegramos y descubrimos que, nuestra casa se convierte en otra, como aquella de Betania donde Jesús descansaba y se sentía querido. ¡Ojalá sea así también para ellas!