La declaratoria del estado de emergencia ha marcado un punto de inflexión en la vida de todos los peruanos. A partir del momento en que entramos en cuarentena nacional, muchas cosas han cambiado en nuestro día a día, pero también han servido para reinventarnos y hacer que las familias estén más unidas y sensibles con el prójimo.

En nuestra familia, quisimos cambiar la rutina que mantuvimos por muchos años (trabajo, estudios de mis hijos, quehaceres del hogar, etc) y comenzamos por hacer actividades que no habíamos hecho antes. Mis hijos, a quienes nunca habíamos visto cocinar, nos sorprendieron con diferentes y deliciosas recetas. Mi esposo y yo, quienes no somos muy amigos de la tecnología, nos aventuramos al mundo de las redes sociales, potenciando así nuestro estudio jurídico. También disfrutamos de largas horas sentados en el sofá viendo películas, y, por qué no decirlo, aprovechar de la compañía de nuestras mascotas que también forman parte de nuestra pequeña familia.

Dentro de la felicidad que se percibía en mi hogar a pesar de la coyuntura, un día llegó a mí un mensaje de auxilio por WhatsApp de una persona que conocemos: “Tengo más de un mes sin trabajar y ya no tengo recursos para dar de comer a mi hijo, tengo mucha vergüenza pedir así, mi esposa también está desempleada …” Fue imposible no conmovernos con ese hermano que estaba pasando apuros en estos momentos tan difíciles, motivo por el cual, decidimos ayudarlo con lo que le podíamos ofrecer. ¡Señor ayúdanos a ser testigos de tu compasión!

Marlene Baldeon Castro (CCC Perú)