Cuando leáis estas líneas, tal vez estemos en situación mejor o peor… No sabemos cómo evolucionará la COVID-19, la ciencia, todavía, desconoce su comportamiento.
Os comparto algo de cómo hemos vivido esta larga temporada: no ha sido fácil, para NADIE, y nosotras hemos sido privilegiadas, pese a que hemos vivido días de gran dolor, incertidumbre, miedos y a la vez esperanza confiada en el Dios de la vida… Hemos pasado por diferentes fases, desde un cierto escepticismo a una toma de conciencia de la gravedad de la pandemia.
El ritmo de la comunidad hubo que cambiarlo y restringir las actividades presenciales. Era importante cuidarnos
personal y comunitariamente. Muy conscientes de que somos una comunidad de “alto riesgo”.
Ha sido una oportunidad para reforzar la oración personal y, de otra manera la comunitaria, como ha sido el seguimiento de la oración del Papa, la Semana Santa, las grandes fiestas religiosas, la eucaristía diaria en TV. Con gozo y gratitud hemos “participado” en estas celebraciones presididas por el Papa, desde Roma.
Puntualmente todos los días salíamos a las 8 a aplaudir a sanitarios y todo el personal que, a lo largo de estos duros días, han estado al pie del cañón para que no nos faltaran ni alimentos ni protección. Posteriormente hemos participado en las concentraciones, cada lunes a las 20.30, frente al Centro de Salud apoyando la Sanidad Pública.
Ha sido un tiempo privilegiado para el ocio comunitario: películas, juegos de mesa, actividades de estimulación cognitiva más individualizadas.
Al día de hoy, estamos serenas, pero SIN BAJAR LA GUARDIA. Desconocemos cómo irán transcurriendo los días. Nos sentimos agradecidas, confiadas y abiertas a seguir descubriendo al Dios Padre-Madre en nuestro vivir cotidiano y ojalá lo vivamos como un regalo.
Merche Ginel