En la comunidad de Villaverde hemos celebrado la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores “como Dios manda” y además nos permitió el tiempo. La misa ha sido en el patio-jardín, que es lo más sano.
Muchas Hermanas hacía tiempo que no celebraban con presbítero de carne y hueso en directo.
Lo “especial” fue que, al final de la homilía, en un tiesto se clavaron los nombres de cada una de las pertenecientes a la comunidad para recordamos que hoy somos nosotras las mujeres llamadas a estar al pie de la cruz. Un estar que ya no es, en la mayoría de los casos, hacer y acompañar a los demás «con mucha actividad», sino estar y ser conscientes de que las crucificadas somos nosotras por edad, por achaques, por situaciones personales… Tenemos que saber estar ante NUESTRA PROPIA CRUZ Y CON NUESTRA PROPIA CRUZ, JUNTO A LAS DEMÁS CRUCES DE LAS HERMANAS. Nuestro estar solo puede ser MARIANO, como el de la Madre que se une al Hijo que se deja matar y acepta su dolor unido a la entrega de su Hijo.
Hay etapas en la vida. En unos momentos hemos sido las que estábamos y nos movíamos para ayudar a los demás a llevar su cruz y su dolor. Ahora, estamos dando ejemplo de madurez, de vida aceptada y entregada en la presente situación. Y así comprendemos y hacemos nuestro el dolor de los crucificados y crucificadas que viven muchas veces “al margen de la Cruz”, pero no al margen del amor
de Dios. O, mejor dicho, la Cruz donde el Señor está, y su Madre, es la “vida crucificada de todo ser crucificado”.
A lo largo del año, en el altar de la comunidad, estarán nuestros nombres hoy clavados y depositados al pie de la Cruz, recordándonos cuál es nuestro sitio y “hablándonos” de cómo estar junto a la cruz. María es siempre modelo y fuente de saber ESTAR.
Merche Ginel