Somos una comunidad de hermanas consagradas, de diferentes culturas, razas, nacionalidades, generaciones y también de diferentes experiencias misioneras. El Señor nos invita a seguirle construyendo juntas, y con el resto del pueblo de Dios, una misión compasiva y compartida.

Por eso, cada mañana salimos al dispensario, a la escuela, a la prisión, a la Universidad, a estar con los niños de la calle, a visitar a los vecinos del barrio… Llevamos, en nuestro corazón de mujer, el deseo profundo de engendrar vida en todos aquellos con los que nos encontramos. Por eso, la cercanía, la sencillez, la acogida y la alegría del encuentro son señas particulares de nuestro estilo compasionista.

La puerta de casa permanece abierta todas las tardes para acoger a adolescentes y a jóvenes que vienen a la biblioteca para superar sus dificultades escolares. Un grupo de estudiantes jóvenes presta este servicio, bajo la coordinación de una hermana de la comunidad. También hay otros grupos se benefician de los espacios que ofrece la comunidad para la formación humana y espiritual.

Al final de la jornada, tan llena, la comunidad se encuentra alrededor del Señor, para escuchar la invitación de Jesús: «Venid a un sitio tranquilo a descansar un poco… ». Es el momento en que la comunidad presenta al Señor lo que cada una ha vivido a lo largo del día: las fatigas, las preocupaciones, la esperanza, las alegrías y los pequeños proyectos y deseos que descubrimos en nuestras tareas.

La noche ya ha caído cuando nos sentamos alredor de la mesa para cenar. Entonces, compartimos informalmente todo lo que hemos hecho. El compartir se enriquece, además, con las informaciones leídas, escuchadas o vistas en la televisión, para estar al corriente de los acontecimientos de nuestro mundo y llevarlos a la oración.

Al terminar el día, podemos irnos a descansar confiadas, convencidas que nosotras sembramos y el Señor hará crecer nuestra humilde semilla…

Para nosotros, el año pasado ha sido especial. Hizo 50 años que la primera comunidad de la Compasión se instaló en Camerún. ¡Estamos de fiesta! Porque creemos «que otro mundo es posible», hemos trabajado, codo con codo, cerca de nuestra gente, 50 años. La semilla de la Compasión ha sido sembrada aquí por hermanas de muchas nacionalidades, con un mismo espíritu y una misma esperanza. Nosotras las recordamos, igual que a tantos hermanos cameruneses que han colaborado en esta misión de Compasión y, sobre todo, tenemos presente al Señor que siempre ha mantenido la llama de tantas manos y pies misioneros.